Dejo la bandeja sobre la mesa y me siento. Los próximos minutos van a ser exclusivamente para encontrarte. La mesa en la que me he sentado está junto a los árboles y alejada del murmurllo educado pero constante del resto de personas que están comiendo. Hoy hace sol y el cielo está despejado pero eso no evita que aparezcas. Tras disfrutar del relax de estar sentado y recibir la luz del sol me dispongo a coger los cubiertos para comer pero en ese momento te oigo llegar a lo lejos. Las hojas de los árboles empiezan a agitarse ligeramente. Lentamente dejo los cubiertos y cierro los ojos. Tu suave susurro consigue transportarme a un lugar donde sólo estás tú. No oigo nada más. No veo nada más. No siento nada más. El relajante sonido que produces al moverte entre los árboles me tiene totalmente absorto. En este momento no existe pasado ni futuro. Solo existe el presente. Por un momento olvido todos mis miedos, preocupaciones, deseos. Tu suave movimiento consigue frenar en seco los erráticos saltos de mi mente. El vaso que representa mi felicidad se ha llenado. Algo tan sencillo, humilde y suave como tú ha sido todo lo que necesitaba.
Abro los ojos lentamente volviendo al punto de partida de este pequeño viaje mientras tú, con la suavidad y tranquilidad con que has venido, te alejas. En silencio te doy las gracias por la visita y te deseo un buen viaje a donde quiera que vayas.