Abro los ojos.
La habitación está oscura. He salido unos instantes del mundo onírico por cualquier razón inocente. A mi lado está ella durmiendo plácidamente. Sus ojos cerrados pero mirando en mi dirección. Sus labios esbozan una tranquila sonrisa; es un verdadero ángel. Acariciar su piel es acariciar lo más sagrado que puedo imaginar.
El sonido en conjunto está durmiendo, nada se mueve, ni luz ni sonido. Puedo ver el silencio delante de mi, despierto, mirándome fijamente. Está a escasos centímetros de mi cara. Cuando le miro siento un gran calor por dentro, a la altura del corazón. De alguna manera ella y el silencio están íntimamente relacionados. Cuanto más cerca estoy de lo uno más cerca estoy de lo otro. No necesito nada más para ser feliz; ójala supiera con certeza si ella siente lo mismo que yo. Me da lo único que verdaderamente necesito para vivir, me trae el silencio. No necesito nada más, es maravilloso.
Cierro los ojos.
Abro los ojos de nuevo. Ya no está a mi lado. El silencio sigue frente a mi pero ya no está tan cerca. Tampoco siento ese calor en el pecho, la ardiente llama de la felicidad no tiene el oxígeno que ella me proporcionaba.
El silencio está tan cerca cuando tienes a alguien a quien querer y que te quiera…
El silencio retrocede.
Cierro los ojos.