Berna es la última de las ciudades de Suiza que he conocido. Aunque tiene zonas definitivamente modernas se han esmerado mucho en preservar la parte antigua. Pasear por sus calles te transporta a otros tiempos y en algunas zonas choca tanto ver un móvil o un portátil que te da la sensación de que sean verdaderos intrusos armando barullo.
La calle principal del casco viejo. Si te descuidas un poco (por ejemplo parándote a hacer una foto de aquel bonito reloj) te puede pasar un tranvía por encima (o darte un buen susto al ver una máquina de cientos de toneladas abalanzándose sobre ti con un conductor en cuya cara se puede ver la calma de quien ha estado a punto de atropellar a cientos de turistas y ya no le motiva).
El parque Muenster Platform, cerca de uno de los abundantes edificios gubernamentales.
Al otro lado de una de las calles principales, unos metros más abajo, se encuentra el río Aare (que también pasa por uno de los lagos de Interlaken).
Y esto es un ejemplo de lo que cubre el gran desnivel entre el río y las calles.
Así es cómo Papa Noel debe de ver Berna allá por diciembre. La gran sombra que se proyecta es de la torre de la catedral desde la que estoy sacando la foto, a una altura de una tercera parte del final de las escaleras….
La mayoría de las casas de las calles principales tienen estos refugios. Supongo que se construyeron como refugio contra ataques aéreos pero tenía entendido que Suiza se mantuvo al margen en las dos grandes guerras, no sé para qué querían entonces los refugios (si alguien es tan amable de sacarme de mi ignorancia..).
Mik después de leer un cuaderno de notas sobre la teoría de la relatividad en el salón de la casa donde Einstein vivió durante 2 años.
Saqué la foto un instante antes de que un anciano dragón rojo asomase la cabeza al fondo.
Tras considerarlo detenidamente decidí no incluir esta foto en la entrada sobre coches deportivos. .
Berna ha sido la ciudad que más me ha gustado de Suiza, totalmente recomendable.