Durante mucho tiempo me he resistido a aceptar convivir con las restricciones. Cualquier objetivo era alcanzable siempre que le proporcionase suficiente tiempo. Las ideas de dar prioridad, centrarme en lo esencial y saber decir que “no” estaban en un segundo plano.
A medida que iba perfeccionando mis métodos de organización, aumentando mis conocimientos y por el mero hecho de vivir mis objetivos aumentaban más rápidamente que el número de objetivos cumplidos. Aparte del estrés acumulado y del efecto de este ansia de productividad sobre otras áreas de mi vida empecé a darme cuenta de la realidad, no se le puede decir a todo que sí, no hay tiempo material en la vida (independientemente de que haya otras vidas o no).
El tiempo es una de las restricciones más comunes pero no la única. Un escritor tiene un número limitado de páginas en las que contar su historia, un músico tiene solo unos pocos minutos para transmitir lo que los músicos intenten transmitir con sus obras, los diseñadores suelen trabajar con restricciones de colores, de materiales, de espacio. Lógicamente cuando te pones restricciones tienes que acostumbrarte a aceptar la imperfección y en ese proceso me encuentro actualmente (difícil cuando tienes una mente idealista y perfeccionista).
Las restricciones nos impiden alcanzar la perfección pero por otro lado tienen la enorme ventaja de ser excelentes maestras en materia de distinguir lo esencial de lo supérfluo. Algunos ejemplos de situaciones donde trato de aprovecharme de las restricciones:
- Tengo 10 15 minutos para repasar y publicar una entrada en el blog. Tengo que centrarme en el mensaje que quiero transmitir, que sea coherente y que no me enrolle más de lo necesario.
- Cuando preparo mi currículum dispongo solamente de una hoja A4 para resumir mis veintisiete años de vida. He hecho suficientes cosas como para llenar varios tomos pero, si quiero que mi CV tenga éxito, solo puedo poner lo más relevante.
- Tengo que entregar siete trabajos en menos de diez días, algunos de ellos de más de cincuenta páginas. Tengo que organizarme de forma que los siete estén terminados a tiempo ya que aprobar es vital y no voy a poder dejarlos como a mi me gustaría (ninguno de ellos).
- Tengo que hacer la maleta para un viaje de un año (por ejemplo cuando hice el viaje a Japón) y tengo que meter ropa, libros, portátil y otra maquinaria sin pasarme de veinte kilos más la mochila.
Por supuesto la mayoría vivimos en un mundo en el que es posible evadir parcialmente estas restricciones: una extensión para presentar un trabajo, enviar más equipaje por correo, dedicar más tiempo al blog quitándole tiempo a otras tareas, etc. Pero al final eso conduce a un mayor estrés, más preocupaciones o más dinero gastado y además la perfección que se gana en la tarea producida es perfección que pierdes en el proceso de análisis mental. Las restricciones son un incordio y es mentalmente extenuante tomar decisiones pero la alternativa, a largo plazo, es peor.